Ayer se celebraba, como siempre con muchas palabras y pocos hechos, el Día Internacional de la libertad de prensa, una efeméride cuanto menos curiosa en nuestros tiempos, supuestamente adalides de ésa libertad que, sin embargo, brilla cada vez más por su ausencia en muchos rincones del planeta. También en aquellos que en nuestro imaginario colectivo vemos como totalmente ajenos a cualquier tipo de intento de control sobre los medios de comunicación. En ésos, en los que el control se hace de forma sibilina, aún más si cabe.
La libertad de prensa en nuestros días
Resultaba incoherente ver ayer el especial que El País dedicaba a la libertad de prensa. En su edición en papel y, de forma grandilocuente, en su edición online. Curiosamente, el medio que más espacio dedicaba a la efeméride pertenece a un grupo dirigido por un señor que ha vetado en sus medios a todo periodista que le relacionó con los famosos ‘papeles de Panamá’ y que ha prohibido a sus empleados ir a las tertulias de los medios que dieron la información. Es disparatado, cuanto menos, que El País, con tal personaje al mando de su grupo editorial, levantase ayer la voz de alarma por el retroceso de la libertad de prensa. ¿Existe esa libertad en su cabecera?
Dicho esto, el especial daba información de mucho valor (que para eso el periódico, pese a su mandamás, tiene grandes plumas en plantilla) sobre la situación de los periodistas en diversos rincones del mundo. Desde China (que mantiene encarcelados a 50 profesionales de la información por provocar “problemas” con sus noticias), hasta México (donde en lo que va de 2016 ya han sido asesinados 5 periodistas por indagar más allá de lo que algunos consideraron oportuno), pasando por Rusia, donde el gobierno controla (por vía económica o por la fuerza) la gran mayoría de canales de televisión. Del especial, no obstante, destacaba sobre todo un aspecto que ha ido ganando trascendencia a la par que crecía la influencia del grupo terrorista Estado Islámico. No es otro que el retroceso de la libertad de prensa con el yihadismo y el miedo al terrorismo de corte islamista como excusa. La correlación es evidente en países como Arabia Saudi, Egipto o Turquía, donde la actividad periodística se ha visto seriamente mermada y comprometida en los últimos años, justo tras el auge del ISIS. Sirvan como ejemplo las cada vez más habituales encarcelaciones y deportaciones de periodistas por hacer su trabajo de informar a la población.
Ese, que nos puede sonar como el eco lejano de países que se encuentran a miles de kilómetros de nuestras fronteras, es un fenómeno que, sin embargo, cada vez nos golpea a los periodistas occidentales más cerca. No en vano, Reporteros sin Fronteras y Amnistía Internacional denunciaban ayer cómo París y Bruselas habían utilizado las operaciones llevadas a cabo tras los atentados sufridos para acotar el trabajo de los periodistas. En el informe, sin ir más lejos, ambas organizaciones denunciaban las leyes restrictivas aprobadas en Francia y señalaban al país vecino, supuesto ejemplo paradigmático de la libertad, como “punto caliente” en lo referente al deterioro de las condiciones en las que trabajan los profesionales de la información.
Y es que, en la era de la supuesta libertad de prensa, cada vez parece más claro que ésta aún queda lejos de ser una realidad. Hoy, quizás, un poco más lejos si cabe.