El boom de los productos y servicios de bajo coste llega también al periodismo. ¿Es sostenible? ¿Se puede ofrecer calidad y cantidad a precios reducidos? Lo analizamos en el siguiente post.
El boom de los negocios low cost
En los últimos veinte años se ha producido una auténtica revolución en la forma en la que consumimos tanto productos como servicios: moda, decoración, vuelos, viajes, diseño, alimentación… Ningún sector escapa de la atracción que el «bajo coste» supone para vender; y no solo desde que en España se instalara la famosas crisis allá por 2009, cualquier momento ha sido bueno para animar al consumo.
El concepto low cost sirve para definir un modelo de negocio basado en la gestión eficaz de costes para que el precio de venta del producto y del servicio sea atractivo para el consumidor final; y esto con la promesa siempre de no renunciar a la calidad en el proceso. Esta es la teoría. Sin embargo, ¿es aplicable a la práctica a todos los casos? ¿A todos los sectores?
Calidad y cantidad: ¿A qué precio?
La creación de contenidos, ya sean para una web, un medio, un blog o para cualquier soporte físico, no escapa de esta tendencia low cost, olvidando que este tipo de trabajo conlleva, inevitablemente, tiempo. Y no solo tiempo para redactar los contenidos en cuestión, también tiempo para pensar la estructura, documentarse, contactar con fuentes. Tiempo para corregir y para reescribir. Detrás de cada texto hay una delicada labor por parte de quien lo escribe que bien merece consideración.
Además, en el caso de los profesionales freelance, también entran en juego impuestos y otras responsabilidades económicas ineludibles como son el pago de la cuota de autónomos, un gestor, gasto de equipo informático, llamadas telefónicas, ADSL…
En este contexto llama la atención la aparición de plataformas que ofrecen contenidos «baratos» asegurando la calidad de los mismos. Contenidos de 2.000 palabras que se venden por alrededor de 45 euros al comprador final. Post de 500 palabras, lo mínimo que escribe cualquiera para contentar a Google, por 18€. ¿Qué cantidad de ese dinero va al autor de ese texto? Tenemos la respuesta: no llega a la mitad. Para que os hagáis una idea, un texto de 2.000 palabras equivale a dos páginas y media de Word. Y, dependiendo del contenido en cuestión, pueden llegar a ser muchas las horas de trabajo que hay detrás del texto final. ¿A cuánto se está pagando la hora de ese redactor? ¿Cuántos textos tiene que elaborar esa persona para poder hacer frente al pago de sus responsabilidades con la Administración?
La precarización del trabajo periodístico es un hecho cada vez más evidente como ponen de relieve este tipo de tarifas y, como demuestran también, las cientos de ofertas de empleo que circulan por la red pidiendo todo a cambio de nada. Por suerte no todo está perdido. Aún quedan empresas que apuestan por ofrecer contenidos de calidad sin renunciar a la ética, a prestigiar la profesión, a pagar cantidades dignas. En el campo del periodismo, profesionales y empresas deberían hacer un trabajo de reflexión. ¿Qué clase de profesión queremos? ¿Hacia dónde nos dirigimos aferrados a estas prácticas? ¿Vale cualquier cosa con tal de trabajar? Hacer buen periodismo cuesta dinero. Nuestra profesión también necesita de un consumo responsable.
¿Qué opináis vosotros acerca de los contenidos lowcost?
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